El lupus eritematoso sistémico (LES o lupus) es una enfermedad autoinmune crónica que afecta al tejido conjuntivo, caracterizada por inflamación y daño de tejidos mediado por el sistema inmunitario, específicamente debido a la unión de anticuerpos a las células del organismo y al depósito de complejos antígeno-anticuerpo.
El 10 de mayo se celebra el Día Mundial del Lupus, fecha en la que las diferentes asociaciones de Lupus en todo el Mundo reclaman un aumento de los fondos tanto públicos como privados para la investigación médica sobre el Lupus, programas de formación dirigidos a los profesionales de la salud, a los pacientes y al público en general y, reconocimiento mundial del Lupus como una cuestión de gran importancia en la salud pública.
El lupus puede afectar cualquier parte del organismo, aunque las zonas del cuerpo más frecuentes son el aparato reproductor, las articulaciones, la piel, los pulmones, los vasos sanguíneos, los riñones, el hígado (el primer órgano que suele atacar) y el sistema nervioso.
El curso de la enfermedad es impredecible, con periodos de crisis alternados con remisión.
Según estudios es difícil llegar al diagnóstico. Sin embargo, una serie de síntomas comunes pueden dar indicios de la presencia de dicha enfermedad: dolor de músculos y articulaciones, fiebre recurrente sin tener infección asociada, manchas circulares en la piel, después de haberse expuesto al sol, excesiva y constante pérdida del pelo, dolor en el pecho (pericarditis), fatiga y decaimiento general, ulceras en boca, piel y mucosa, abortos espontáneos, afección de los riñones y anemia.
Las primeras manifestaciones de la enfermedad se observan frecuentemente entre los 15 y 44 años de edad.
Tratamiento
El lupus es una enfermedad crónica que en la actualidad no tiene cura. Hay, sin embargo, algunos medicamentos, como los corticoides y los inmunosupresores que pueden controlar la enfermedad y prevenir brotes. Los brotes se tratan normalmente con esteroides, con fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad para contener el proceso de la enfermedad, reduciendo la necesidad de esteroides y prevenir brotes. Los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad actualmente en uso son los antimaláricos (p.e. hidroxicloroquina), la azatioprina y el micofenolato.
La ciclofosfamida se usa para nefritis severa u otras complicaciones de órganos dañados. Los pacientes que requieren esteroides frecuentemente pueden desarrollar obesidad, diabetes y osteoporosis. De ahí que los esteroides sean evitados siempre que sea posible. Medidas tales como evitar los rayos solares (para prevenir problemas derivados de la fotosensibilidad) pueden también tener algún efecto. Otros inmunosupresores y trasplantes autólogos de células de la médula ósea están siendo investigados.
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